Tiempo al tiempo, las cosas acaban cayendo por su propio peso, al final es la misma persona la que se quita la careta descubriendo su verdadera personalidad.
Nos hacemos ilusiones, nos dejamos engañar por promesas que nunca se harán realidad, perdemos la confianza en el mundo y creemos que no vamos a volver a recuperarla. Entonces algo pasa que nos hace ver que no todo tiene por que ser tan oscuro. Tras la tormenta siempre llega la calma, la noche dura muy poco en comparación con el día, de igual manera que lo bueno no dura eternamente, lo malo tampoco.
Si dejamos de enfocar toda nuestra vida en esos "pequeños" problemas, tal vez nos demos cuenta de que hay mucho más por vivir.
Pero que hacer si aquello que te causa tanto sufrimiento es a la vez lo que mas sonrisas te puede llegar a sacar a lo largo del día, el problema está en diferenciar que merece realmente la pena y que no, si los buenos momentos compensan los malos. Al final todo se basa en hacerse preguntas a uno mismo, si eres feliz, que te gustaría cambiar de la situación, si puedes hacer algo, etc.
Nosotros somos los dueños de nuestra vida y por lo tanto también los responsables de nuestro sufrimiento, solo uno mismo puede decidir si rendirse o seguir luchando.
Por muy acompañados que estemos, por mucho consejos que recibamos de la gente que se preocupa por nosotros, la decisión final recae en uno mismo. Nadie conoce mejor a alguien que la propia persona ni nadie entenderá mejor lo que siente ante cada experiencia que uno mismo.
Somos millones las personas que habitamos en este mundo y aunque nunca lograremos entender como funciona la mente de la gente si podemos valorar a alguien según sus actos.
Nos movemos en un circulo más restringido de lo que creemos, siempre es uno mismo quien acaba demostrando de que pasta está hecho.